Juan Izaguirre
Hermosillo; abril 26 de 2018
Margarita Danza Aquí con “Kama, me multiplico, me divido”, de
David Barrón, ha sido la puesta en escena correspondiente al 24 de abril en el
Teatro de la Ciudad, en Un Desierto para la Danza (UDPD), edición 26. De modo
consistente, se observa cómo Barrón ha explorado compositivamente desde diferentes
ángulos la expresividad femenina, según el propio coreógrafo lo reitera en el
programa de mano.
Antes de “Kama, me multiplico, me divido”, hemos tenido la
oportunidad de apreciar de Barrón durante el año pasado “¡Ay… esta pasión!” también
con elenco de cinco mujeres, distintas en muchos aspectos a las de ahora. Esta continuidad
exploratoria de lo femenino, por parte del coreógrafo, es un motivo de análisis que merece la pena abrir aquí, sin que esto sugiera necesariamente
algún vínculo explícito o intencional entre ambas producciones por parte del
coreógrafo.
Ahora los nombres de Yazmín Gutiérrez, Perla López, Abigail
Núñez, Zahaira Santa Cruz, Tiffany Solís, dan vida a la obra y aportan
componentes de su naturaleza femenina. A lo femenino está culturalmente
asociado un conjunto de valores que Barrón indaga con acuciosidad, maternidad y
erotismo, deseo y pasión, son visiblemente rasgos
naturales en las intérpretes que, a partir de un guion dramático, han explorado
guiadas por el coreógrafo. El resultado de esta exploración se exhibe ahora
organizado según las exigencias del escenario. Esta primera, es una acción bien
presentada al inicio de la obra que seduce por la espontaneidad semidesnuda de
los cuerpos y la frescura en los gestos, aparentemente líricos, pero formalmente
organizados sobre una base de introspección interpretativa aguda. Los primeros
minutos…
Muy pronto la potencia compositiva y expresiva, colectiva, se
torna una búsqueda individual que, a falta de una meta concreta, se extravía por
un sendero de lugares comunes, poblado de mujeres enérgicas que reclaman niveles
de dignidad entre sus semejantes o bien comparten, en gesto de solidaridad, los
últimos hallazgos de fortaleza que las mantienen como individuos frente a la dualidad
moral, entre el bien el mal, de ser mujer. De tal profundidad es el laboratorio
personal en el que se introducen que, a partir de este momento de la obra, la actuación
de las cinco mujeres revela con transparencia las enormes diferencias que las
definen entre si: el plano antropomórfico, visible desde luego por su inmediatez
en la percepción, la capacidad expresiva de cada una, pasando por algunas
cualidades asociadas al nivel de training
correspondiente. Esta riqueza expresiva, contenida en un conjunto de cinco
bailarinas que se han formado profesionalmente en la misma institución, mostrada
por default en un plano de interpretación subterránea, es a mi juicio, una de los más valorados logros en “Kama…”,
de Barrón.
Tiene el coreógrafo a partir de ahora dos enormes haberes en
su proyecto de exploración de lo femenino: una fina paleta de matices entre lo
corporal, lo sensual y lo intelectual aportada por las cinco mujeres que dan
vida a Kama… para proseguir su procesamiento y organización compositiva; luego,
un necesario contraste de este último proceso con sus hallazgos estéticos,
nostálgicos y creativos en “¡Ay… esta pasión!”, de hace un año.